La pasarela del cortejo

Imagen de portada del artículo: La pasarela del cortejo

Texto y Fotos: Francisco J. Vázquez

Cuando uno se adentra en un lugar como la Fortaleza de Moya, que fue considerada en la antigüedad como la llave de los tres reinos (lugar de unión fronterizo de los reinos de Valencia, Aragón y Castilla y punto aduanero entre ellos) puede imaginarse no sólo la importancia militar del enclave, sino también la económica.

De hecho, cuando uno llega a aquel lugar hoy prácticamente abandonado y semiderruido no puede por menos que imaginarlo en una época de esplendor donde casi mil doscientas personas habitaban entre sus murallas al amparo y refugio de una importante guarnición militar, en una encrucijada de caminos donde el peligro siempre acechaba y donde sólo el cierre de sus siete puertas daba seguridad a quienes allí tenían su morada.

Por eso resulta curiosa una tradición llamada la "pasarela del cortejo" que tenía lugar entre los nobles de linaje y las familias de elevada posición económica y social en una de las zonas más protegidas de aquella imponente atalaya: la torre del homenaje. Allí se hacía una versión elegante del conocido término pelar la pava, al amparo de una sala siempre abierta a los ojos de terceros (para evitar tentaciones).

Y es que en un pequeño acceso hay un singular habitáculo de desiguales dimensiones tanto en el inicio como en el final de la misma. Al principio era lo suficientemente ancha como para que dos personas (las dos que empezaban a conocerse) estuviesen a una distancia donde su espacio vital no se viese interrumpido. Cuando uno de los dos estaba lo suficientemente seguro como para seguir conociendo al pretendiente o pretendienta, éste avanzaba en su asiento y esperaba a que la otra persona hiciese lo mismo. Cada movimiento podía durar días, semanas o enquistarse. El tema es que, si ambos dos se gustaban, antes o después llegaban al final del habitáculo junto al ventanal, algo que resultaba ya suficientemente revelador como para saber que de ahí saldría una unión interesante.

¿Fue esta rudimentaria habitación un precursor de nuestras actuales Apps de ligues? No tengo ninguna duda. Y es una historia que merece la pena conocerse porque no todo lo que ocurría en un castillo debía ser sinónimo de violencia.

 

Fuentes utilizadas y enlaces de interés:

  • Testimonio de Nuria Argudo, Guía de La Fortaleza de Moya, durante una de las visitas

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